miércoles, 7 de enero de 2015

la tarea del coreógafo

La tarea del coreógrafo, no es solamente el manejo y la fisicalidad de los cuerpos, es también preparar y generar estados de pensamiento y corporalidad precisos en sus bailarines.

escritos sobre la obra

por Wilson Camacho

Por ahí un genio tentador y malintencionado me pidió dar mi opinión de este trabajo, tentador porque, vamos!!! Cómo evitarlo? Y malintencionado, primero porque una petición así no hace más que entregarte al dilema de escoger la espada o la pared y segundo por que puede que no tenga la comprensión o conocimiento suficiente para decir absolutamente nada y aún así lo hago, aunque sea para para provocar, quizá, malestar en mentes tanto estrechas como infinitas. Y es que ¿Cómo poder explicar una epifanía a los vedados de mi experiencia, de mi sola experiencia, una experiencia además VIP, como lo sabrán ellas, musas en el escenario y en la vida, que me permitieron el lujo de compartir su práctica horas antes de la presentación?, ¿Cómo poder explicar todo esto a alguien más? cuando toda experiencia es tan privada, íntima y subjetiva que tratar de manifestarla en la palabra no resulta más que un rastro, una pista. Una pista en una indagación infinita como infinito es el vacío, como darles a los mortales una prueba del elixir de vida eterna para arrojarlos de vuelta a su mortal condición. Pero ¿de qué otra manera podría ser, pues así como recuerda Eliade: “por los mismos actos que hacen arder a ciertos hombres en el infierno durante millones de años, el yogui obtiene su salud eterna”? Cambiemos entonces nosotros la palabra yogui por la de testigo incondicional, espectador entregado a la comunión del ahora, de lo incierto, entregado y abierto amorosamente a lo desconocido de la obra, de la vida —que eso hace realmente al yogui—, y es que precisamente de eso trata la exposición de una obra en vivo, su reproducibilidad es efímera, su actualización es únicamente posible a través de la manipulación del genio maternal de la muerte, de la transformación, del cambio, ¿qué importa si es para mejor o peor?, la vida no busca ser mejor o peor, la vida es, la vida sucede en la irregularidad abismal de su actualización, de su actuación, ni confesada ni ensayada, arrojados a la vida, nacidos para morir a cada instante, a cada momento.

Confesaré que, si bien me he inmolado gustoso en la pira orgiástica de lecturas y música desde hace un buen tiempo, hace muy poco me entregué a la ambrosía expectante de atestiguar la danza, y repito expectante, no sabía a lo que iba, ni tenía idea de lo que me entregaría, o mejor dicho, lo que yo podría arrebatar, porque a final no se puede enseñar nada a quien no esté preparado para entender, y quizá —y muy posiblemente sea así—, mi caso no sea la excepción y me encuentre aún sin haber comenzado siquiera a roer el infinito, pero este caso vale infinitamente más, de hecho vale precisa y primordialmente en cuanto mío, completamente mío, y ni siquiera bajo el abrazo arrullador de la muerte dejará de ser parte inexorable de mi ser.

Y si se acusara a mi ánimo exaltado como producto de mi infantil entusiasmo por este nuevo mundo, a los dioses imploraré el poder conservar esta capacidad de asombro, que si un ánimo maduro de percepción es sinónimo de desoladas celdas de categorización defendidas por algún canon jerárquicamente definido, petrificando la emoción, preferire mi infantil entusiasmo por el arte donde la imaginación, la emoción y la razón vuelan en horizontes de intuición creativa y asociación libre infinitas.

Cantos de vidas con fechas de caducidad incognoscible, pero no por ello improbables, flores para guardar una imagen jovial y perenne de aquello que no es más que perecedero, acunando un retorno bastante eterno de lo inaferrable, y danzas... arremolinadas danzas de obertura y defunción para quienes fueron, para quienes siendo no son, para los que mueren cada instante con desprecio o alegría, y para los que aún están por venir arrojados al sagrado juego de vivir, no para la vida, como muchos preferirán o en cuanto no comprenderán, sino, y esencialmente, vivir para la muerte, como lo hacemos cada una y uno de nosotros. Dar vida nueva en cada presentación a un golem colectivo, obviado y temido, cantos y flores no para quien muere, cantos, flores y danzas se vuelven alabanzas para nuestra Sagrada Maternidad, ésta que sabe que, como lo hace Hesse en su Demian: "para nacer hay que destruir un mundo", reconociendo la muerte como origen.

Quizá otras personas habrán vistos sus lágrimas, quizá muchos habrán visto su cuerpo transformado en emoción, pero nunca yo, nunca en mi punctum barthesiano, y en esa muy especial y maravillosa experiencia: marasmo de emociones sutil y grotescamente humanas, una bofetada tentadora que flirtea con tus entrañas invitándote a la disolución, a esa mítica epojé husserliana de ponerse en entredicho, un paréntesis a la vida, a la alegría, al todo, un paréntesis que primero es embargante catarsis para sucederse simultáneamente en una indiferente y genuina ataraxia, y estar en ese abismo intermedio sin saber donde ir, o querer tan siquiera moverse, silencio sincategoremático preñado de ruidos, como una nulidad continente de toda posibilidad, y ahí les ves danzar, retorciéndose hasta los huesos, volviendo carne un verbo impronunciable de amor, fatiga, descenso e inmor(t)alidad. Cada movimiento, cada paso, cada gesto, cada mirada actualiza aquel eterno y humano intento de decir lo no decible, para luego percatarse de su finitud, de su cruel impotencia, impotencia que al ser padecida termina redimiéndoles, intercediendo por sus deseos y hablando por ellos; así es como de la finitud adviene lo infinito plagándolo todo, así es como lo no decible termina diciéndolo absolutamente todo, de una vez, de un solo golpe, para siempre, ahora, arremetiendo sin compasión contra aquellos que se abren a su epifanía, arrasando todo a su paso entrega por la severidad furibunda lo que no es posible por medio de la misericordia y nuestro corazón se arrodilla en las entrañas del cielo llorando a Dios en cada lágrima, riendo al Diablo en cada risa, porque si “vuestro miedo os hace buscar solamente la paz y el placer del amor, mejor sería entonces que cubrierais vuestra desnudez y os alejarais de sus umbrales, hacia un mundo sin primavera donde reiréis, pero no con toda vuestra risa, y lloraréis, pero no con todas vuestras lágrimas” (Khibran) Arte no para la academia, no exclusivamente por lo menos, no para el juez que desde su torre marfilada estandariza formas de ver el arte, esbirros del positivismo frío, obsesionado por la pureza y la limpieza que, antes bien, prefiere un corazón sin latidos en lugar de una red de emociones palpitante desbordando sangre, desbordando intensidad, desbordando realidad, arte no para la legitimación de un estatus, ni conservador ni revolucionario, sino arte primaria y esencialmente para la ruptura, o lo que es lo mismo para la existencia, arte para redimir la vida, arte para honrar la muerte. Porque ésta es la "esencia del Arte: ejercer una función perjudicial sin producir perjuicio. La más agradable paradoja" (Nietzsche

PRENSA

http://www.tec.ac.cr/sitios/Docencia/culturaydeporte/Lists/Noticias/DispForm.aspx?ID=85

http://www.semanariouniversidad.ucr.cr/noticias/cultura/14610-cantos-y-flores-para-la-muerte-.html

http://www.nacion.com/ocio/danza/Ecuador-envia-ofrenda-danzante_0_1456454357.html

http://www.nacion.com/ocio/danza/Critica-danza-recordar-ausentes_0_1457854238.html

http://www.radiopablu.com/2014/12/08/cultura-cantos-y-flores-18-y-19-de-diciembre-800-pm-heredia/

martes, 9 de diciembre de 2014

Letra 2do movimiento

Oficio melancólico,
silencioso
a ratos el siseo de la aguja.

Letra 4to movimiento

Murió tres veces
Su memoria su destino
La primera con Gardel,
la segunda contra él
La tercera sin aquel.